lunes, 5 de noviembre de 2012

Elemento sustentante.

Cuando el misterio que era ante mi certeza la primera vez que lo vi, se convirtió en un olor conocido, algo dulce que me acariciaba y que tenia ganas de besar, como si fuera la salvación a mi alma cansada que el viento me traía.
Perderle.
Llorar interiormente por no poder coger esos sentimientos que él me acariciaba y besarlos.
Desesperación por entenderlo.
Por entender.
Por entenderme.
Rugir. Que el fuego estallaba y yo quería prenderle.
La lluvia mojaba, y emborronaba la tinta que había escrito mi decisión.
Él me apaciguaba, me encendía, me tranquilizaba, me prendía, me ponía nerviosa me gustaba, me dolía, me recordaba, me quería, me sabía...
Me sabía a vida, y él me sabía.
Volver sobre unos pasos para borrarlos con el pie, y después pisar fuerte.
Ahora, él.

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