No tienen por qué ser invitados para que vengan y duelan.
Es su regla.
Ametrallan tu mente cuando algo los llama, cuando algo los acerca a nosotros, cuando algo los hace aparecer.
De todo y de todos.
Y mientras el tiempo pasa, se hacen más grandes.
Sólo dañan aquellos que se intentan olvidar.
Es por eso por lo que se hace.
Pero no, no se puede controlar.
Y duelen.
Qué recuerdos.
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